Jugar a ser (pequeños)

9.

La apuesta del Club apunta, una y otra vez, a equivocar en el desborde escenas de “juego” (escenas donde nosotros queremos suponer juego…). El entusiasmo y la ilusión en el jugar en un principio está ofertado por nosotros, y paulatinamente comienza a sorprender, a generar risa, a dejar lo raro y lo loco de nuestro lado, a contagiarse e invitar a habilitar alguna ficción. También permite establecer un “de esta manera no”. Así no porque hay otros, porque nos da miedo, porque yo así no sé jugar. Intervenir desde la propia falta establece un estatuto distinto para esos “No”, que intentan no tomar la forma especular de la prohibición que promueve el desafío, remitiéndonos en cambio a algún límite y legalidad del espacio que nos implica a todos en el estar con otros. Los niños son invitados a consentir a un trabajo que implica un “no todo está permitido”. Posibilidad de parar para hacer con el otro. Posibilidad de tener algo que no se quiere perder. Jugar, pero no de cualquier modo. Jugar diciendo que “No”1Pensando, con Baudrillard que: “Lo que se opone a la ley no es en absoluto la ausencia de ley, es la regla. La regla juega con un encadenamiento inmanente de signos arbitrarios, mientras que la ley se funda en un encadenamiento trascendente de signos necesarios. La una es ciclo y recurrencia de procesos convencionales, la otra es una instancia fundada en una continuidad irreversible. La una es del orden de la obligación, la otra de la coacción y de lo prohibido. La ley, al instaurar una línea divisoria, puede y debe ser transgredida. En cambio, no tiene ningún sentido «transgredir» una regla del juego: en la recurrencia de un ciclo no hay línea alguna que franquear (se sale del juego y ya está).” (“La pasión de la regla”).. Jugar a encontrar a cada quién.

“Una voz se presenta. ¿Qué significa escucharla? Significa sostener las consecuencias de la emergencia de esa voz.”, decía Cristina Corea en “La infancia en el discurso mediático”. Cuando ofertamos un espacio (como psicólogos, como docentes, como coordinadores de un taller…) se despliegan subjetividades, potencias, pasan cosas. Freud decía algo así como que no se puede convocar a los demonios y retroceder espantados ante su presencia. Sostener las consecuencias…

10.

El Club apuesta, y también se cuestiona: ¿No será ingenuo suponer que estas iniciativas nuestras dejan alguna marca en los chicos? ¿Serán marcas que dejan una memoria en ellos, o que funcionan y se reactivan sólo a condición de nuestra efectiva presencia?

La última vez que hubo Club, nos despedimos por fin de año, anunciando un receso por vacaciones. Hubo merienda, juegos y hasta sentimos que los chicos nos cuidaron a nosotras. A los pocos días, hubo un “motín” en la sala de los adolescentes varones, que incluyó quema de colchones y destrozos en toda la sala. Algunos de los pequeños cruzaron la reja y se unieron a los desmanes… La presencia.

Debido a este incidente, la sala de varones tuvo que ser arreglada, quedando cerrada más de un año durante el cual los niños pequeños fueron alojados en la sala de mujeres, y luego se evitaban internaciones de menores de 12 por dificultades edilicias. Entonces, ¿qué hacer? ¿Cómo seguir? ¿Seguir? Algo nos guío todo el tiempo, y retornó: “no es de cualquier manera”.

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Notas   [ + ]

1. Pensando, con Baudrillard que: “Lo que se opone a la ley no es en absoluto la ausencia de ley, es la regla. La regla juega con un encadenamiento inmanente de signos arbitrarios, mientras que la ley se funda en un encadenamiento trascendente de signos necesarios. La una es ciclo y recurrencia de procesos convencionales, la otra es una instancia fundada en una continuidad irreversible. La una es del orden de la obligación, la otra de la coacción y de lo prohibido. La ley, al instaurar una línea divisoria, puede y debe ser transgredida. En cambio, no tiene ningún sentido «transgredir» una regla del juego: en la recurrencia de un ciclo no hay línea alguna que franquear (se sale del juego y ya está).” (“La pasión de la regla”).