Cosas que hacen infancia

Leo y releo la experiencia que nos presenta Luciana. Una frase insiste, aunque las formas que va tomando mientras escribo cambia/cambian cada vez. Algo del texto me pide una escritura que no cierre, que sólo esboce pinceladas de sensaciones. Cosas que hacen infancia, enunciación que no requiere la marca de un signo de interrogación, pues decir infancia es estar en la pregunta. Infancia como estado de interrogación.

Repito… cosas que hacen infancia y no qué cosas hacen infancia. Como si se tratara de un continuo ajeno a toda clasificación. Un continuo de intensidades que no obstante modifica su expresión. La infancia no únicamente cómo período de una biografía sino como esos movimientos que hacen al pasaje de la “mudez” del comienzo al habla.

Este pasaje no reconoce un punto fundacional que se instaura de una vez para siempre. Es cierto, hay un momento en que los niños comienzan a hablar, a dirigirse a un interlocutor, a hacer uso de lo que escuchan, a descubrir los usos que la cultura les ofrece. Hay niños, verdad de Perogrullo; hay mayores, evidencia indiscutible.

Sin embargo, en esta ocasión, nos interesa tomar la figura de la mudez como un estado de desconcierto. No tengo palabras, frase que en ocasiones de perplejidad solemos repetir. Propongo decirlo así; la infancia es la posibilidad de hacer la experiencia de una diferencia entre un caótico emitir y una enunciación que arma relación social.

Que el hombre no sea desde siempre hablante, que haya sido y sea todavía in-fante, eso es la experiencia, dice Agamben. Mudez no es entonces sin palabra. Sugiere, más bien, un estado de inocencia respecto al funcionamiento o al sentido de las cosas. Cualidad que constatamos en esa curiosidad propia de los niños…pero que los excede.

Vuelvo a leer el relato original. No quiero explicar lo que cuenta Luciana. No quiero inscribirlo en un registro académico, sabiondo. Quiero en cambio despedazarlo, desarmar su estructura pero conservar su ritmo. Un ritmo de desconcierto y tanteo.

Una idea insiste; la infancia es el momento en que podemos ver-sionar. El momento en que una forma de relación automática con la cosas se desliza mutando en otras (que no es igual a decir cambiando por otras). Otras, que no obstante participan de una continuidad.

Club de Juegos reúne niños y adultos. Advierto algo en común; momentos de suspensión de sentidos, del lado de los mayores (sentidos o creencias automatizadas en la persistencia patologizante); de ciertos automatismos, también, del lado de los niños (formas que se repiten sin hacer brotar una diferencia).

Como verán se me cuela la imagen de infancia tanto para hablar de los niños como para dar cuenta, más que de adultos, de una manera en que los mayores pueden conquistar la infancia, no dejando de ser “grandes”. Pensémoslo así; habría una infancia – en quienes piensan el Club de juegos- en los modos de “leer” señales. Ya no encajadas en una interpretación apresurada y enquistada sino abiertas al juego de nuevas conexiones de sentido, o más bien, de lo sentido.

…. era casi lo mismo pero con disfraces. Casi. Entonces se nos ocurre decir que la lucha entre Titanes es tanto más exitosa cuanto más logra simular los golpes, sumando la voz a cada movimiento, y comenzamos a luchar como Titanes entre nosotros (sin tocarnos)

Casi… pequeña diferencia… diferencia aunque pequeña… diferencia porque pequeña. Diferencia que lo es por diferir no por oponer esto a aquello. Casi… deriva que no opera por sustitución. Casi lo mismo… ya no es lo mismo, ya no es igual. Lo otro gana un lugar; lo otro…no lo opuesto, no la eliminación de lo indeseable, no la sustitución por lo esperado.

El juego de los Titanes no suprime la violencia, la traviste, la trafica en nuevos encadenamientos. El juego entonces sólo termina cuando decidimos pasar a otra cosa. La cruda violencia en cambio termina con una fuerza por el ejercicio sometedor de otra.

Cosas que hacen infancia….prestar atención al ritmo de las cosas, ya no a sus significados. Meschonnic1Meschonicc, H. Etica y política del traducir. Leviatan. Buenos Aires 2009 desconfía de la interpretación, no tanto por arrojarse a la búsqueda de sentidos, como por hacernos creer que ella es el todo de las cosas del lenguaje, contribuyendo a la ilusión canónica que dice: dónde hay un signo hay Un significado.

No se trataba de evitar “la lucha”; no se trataba de evitar. Sólo escuchar en esos ánimos de lucha, una insistencia. ¿Cuál? No importa, sí en cambio hacerla inagotable en su desplazamiento.

Cosas que hacen infancia, escucha atenta a lo infinito que anida en eso que creemos excesivamente finito.

Sandra realiza frecuentemente un quejido que, sin llegar a ser llanto, insiste durante largo rato mientras ella se deja caer progresivamente al piso. Tras varios encuentros en que esto serepite, nos sumamos a su propuesta equivocando el quejido en sonidos distintos, imitando pero matizando (imitando sin burlar, manteniéndonos en ese filo), buscando por toda la sala de dónde proviene, señalando la presencia de un bebé que no sabíamos que estaba. Sandra se ríe y comienza a dirigir sus vocalizaciones, las cuales una y otra vez no entendemos.

Cosas que hacen infancia. No entender, equivocar. El equívoco no es un error, es el deslizamiento de un decir que se le escapa a lo dicho. El equívoco llama a la escucha de lo que hay de sonido en el aparente quejido de Sandra.

El juego es la invención de otro real o de otra realidad. El juego es la realidad de la ficción, realidad de una experiencia que altera percepciones y sentires. Experiencia de hacer otras cosas con las cosas y con nosotros. Quejido solitario devenido sonido que llama a ser cazado por otros. El juego es la oportunidad de ex-istir (salir de la mismidad).

Tiago desliza con fuerza una tapita de yogurth algo filosa sobre su muñeca. Uno de nosotros, toma otra tapita igual y comienza a hacer lo mismo, preguntándole a que está jugando. Tiago abandona lo que estaba haciendo, balbuceando enojo ante el no entendimiento de su no juego. Inmediatamente después, se trepa a la reja que separa su sala de otra y, mientras uno de los chicos gritá a los enfermeros que Tiago “se quiere escapar”, nosotros le retrucamos que creemos que está jugando al Hombre Araña. Tiago baja desalentado y desconcertado por estos que no entendemos nada de “intentos de suicidio” e “intentos de fuga”…

¿Todo lenguaje nos habla? Convertir un signo en un saber;”intento de suicidio” en el lugar de una tapita rozando la muñeca de un brazo, es algo distinto a pensar señales. Tomados por las categorías de la razón asumimos saberes que impiden saber, callando la ignorancia que cada saber porta. Abrazando en cambio la ignorancia, sustrayéndonos de una asociación mecánica entre signo y significado, poetizamos el lenguaje. Poetizar no es hacer poesía, no es embellecer trivialmente lo que acontece sino intentar captar la voz, el ritmo, la fuerza que anima un decir, un lenguaje. Y así el “intento de fuga” mutó en el Hombre Araña y entonces desconfiamos del intento de fuga y perseguimos los desacoples entre signo y significado para ensayar nuevas relaciones.

Cosas que hacen infancia.

El juego. ¿Sólo cosa de niños? ¿Cómo es una vida sin juego? Adustez, solemnidad arropada de seriedad. Una vida que teme las formas de vida.

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Notas   [ + ]

1. Meschonicc, H. Etica y política del traducir. Leviatan. Buenos Aires 2009