El no afirmativo

El asunto del NO es un asunto que me ronda. Los que trabajamos en escuelas o con gente que trabaja en escuelas, escuchamos comúnmente una hipótesis que suele explicar los males de época de los niños, nuestros niños: “les faltan límites”. Se trata de una hipótesis instalada que orienta las acciones de los adultos que trabajan con niños hacia el intento sostenido de establecer noes; y luego a su casi asegurado cansancio e impotencia, y a la “renovada” insistencia de la misma hipótesis. Este tipo de no tiene una peculiaridad. Es un no que intenta ordenar, reponer un orden, establecer un orden, controlar, un no que grita a vivas voces “así no” porque siempre supone un deber ser fijo y anterior a lo que se presenta.

Creo entrever en la experiencia del Club de juego un no de otra cualidad. ¿Cómo es un no que no buscar ordenar según parámetros previos? ¿Qué cualidad tiene un no así?

Arriesgo una idea. Se trata de un no que es un SÍ al mismo tiempo. O mejor dicho, es un antes que un no; digo “antes que un no” en un sentido temporal y no sólo lógico. Porque un no primero y un luego diría: “Así no, es así”, diferenciando claramente el mundo de las cosas que no corresponden del modo en que las cosas sí deben hacerse y ser.

Podríamos decir, siguiendo este argumento, que el no aquí presupone un espacio y un tiempo ya configurados. El no es más bien una palabra, una acción, una práctica que resguarda ese espacio tiempo ya dado. Resguarda y confirma cada vez.

En cambio, un primero y luego un no dice: “Esto que hacés a mí me resuena a esto otro”, entonces lo que el otro hace no se prohíbe sino que se reescribe en uno, es decir se afirma, y el no viene luego casi como añadidura dejando atrás lo que pudiera ser más brusco o dañino para el encuentro.

Hay un no que supone (situaciones ideales, homogeneidades tranquilizantes, o deseos destructivos) y otro no que se produce “en vivo”, sensible y en el momento, percibiendo los rasgos de una situación o relación. Por tanto, no es un no de exclusión y de tajante diferenciación de espacios y conductas. Es un no imaginativo que intenta una creciente y compleja continuidad. En rigor, se trata de un que se anima a configurar un nuevo territorio. Si algo supone, más que un deber ser, es un hacer vinculante, y por tanto más amoroso y acogedor.

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