por Agustín J. Valle

La subjetividad mediática estigmatiza la duda; ya nadie tolera tener una duda, quedarse rumiando: la duda, como instancia habitable, se disuelve en la respuesta brillante e inmediata de la pantalla. La duda es un tabú en la era mediática, que dispone medios técnicos para saberlo todo, para no tener por qué dudar. La duda, el no saber, es un sinsentido para la subjetividad mediática1. La fertilidad que tiene no saber algo y quedarse pensando, la experiencia misma de dudar algo activamente, recibe un atentado masivo en su contra (sin mencionar, claro, los procesos de recepción de lo “googleado” con parámetros de valoración, verificación, asociación, que requieren presencia, y que requieren, también, alguien más o menos entrenado en dudar, en bancar un no-saber, como condición para ir entendiendo…).

Ni dudas, ni problemas. Ambas cosas tendemos ansiosamente a eliminarlas, a solucionarlas. Solucionar una duda, solucionar un problema, lo más instantaneamente posible. La subjevitidad mediática es solucionista. El ideal solucionista es aplicar soluciones. Ni dudas, ni no-saber, ni problemas: hay que evitarlos. Se googlea y se resuelve la duda. Y para los problemas, se aplica la norma, o se llama al especialista. Esto por supuesto no funciona, pero se sigue insistiendo en quejarse de los problemas esperando que la solución baje como se baja una app: listo, chau.

Para esta clave subjetiva, un problema es la búsqueda de su solución. Un problema es un obstáculo que debe durar el menor tiempo posible. El tiempo de la duda se concibe como inversamente proporcional al rendimiento ganancial, siempre máximo.

La subjetividad mediática en su inercia impensada, entonces, busca saberes hechos: resulta eso más conveniente que una elaboración imaginativa, que probar (que no es lo mismo que dar prueba). Ante cualquier duda o problema, se googlea la respuesta, o se exige una solución, o se condena a la realidad como si fuera deficitaria.

En medio de este ambiente subjetivo dominante, ¿es especificidad de la escuela proponer duraciones de la duda, problemas como tiempos a habitar? El problema, la duda y la ignorancia como móviles de experiencia.

Una profesora de matemática, por ejemplo, les tira problemas a sus alumnxs. Quiere que aprendan un determinado teorema. Y dice “no quiero que entiendan el teorema; quiero que descubran el teorema”. Que hagan la experiencia de un problema donde el teorema aparece como un valor. Por supuesto, para esto seguramente haga falta más tiempo que para simplemente “entenderlo” -pero no haber hecho la experiencia de su sentido y su valor. Para entender un teorema (para entender la explicación del maestro sabiondo), no hace falta habitar el problema por el que el teorema tiene sentido (para el explicacionismo, el problema es prescindible), mientras que descubrir el teorema solo es posible si se habita decidida e irrenunciablemente el problema que lo hace necesario.

La lógica explicadora (descrita por Ranciere en el Maestro Ignorante) es consustancial a un modelo de gestión escolar de cuño administrativo: ambas son enemigas del problema y de la duda deseante. Explicación y gestión administrativa (donde de lo que se trata es de que cada cosa se mantenga en su curso, y ya se sabe a priori el buen-ser de las cosas) niegan la potencia de los problemas como instancia de decir-verdad. El problema y la duda como fundamento del sentido de lo que aparece como “respuesta”. ¿Acaso la enseñanza sería el armado de planos problemáticos en los que perderse y conquistar?

¿Cuánto tiempo es necesario para descubrir un problema, entenderlo, enunciarlo, dar con una formulación que nos posicione potente, videntemente? ¿Cuánto tiempo podemos estar no soportando un problema (un mismo tiempo estirado, que se mantiene en loop), sino habitando un problema, conquistando con el problema puntos de vista, matices, implicaciones, cuánto tiempo habitando un no-saber investigador? Hacer experiencia de investigaciones (con las materias múltiples del mundo y la vida, claro!: el rap, los embarazos no deseados, los agrotóxicos, los parques, los números, las montañas y los ríos, las posibilidades del diseño web…). Acaso hoy el templo del saber deba proteger y proponer el beneficio de la duda.

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