por Silvia Duschatzky

Meschonnic va contra la corriente de suponer que el lenguaje en la escuela es una asignatura y en la vida, sólo comunicación de sentidos codificados. El lenguaje se hace poema cuando produce modos de vida. Parece entonces que su valor desborda el signo encerrado en el binarismo significado-significante o la mera división entre lo escrito y lo oral (como si por ventura lo oral se borrara en la escritura) y en verdad sólo se manifiesta en un decir que es un sentir, un pensar y un crear al mismo tiempo. El lenguaje es invención o no es más que herramienta de comunicación de algo ya codificado. Por aquí la propuesta de Henri Meschonnic que imaginamos le compete al ser del maestro. Si es que maestro es también una investigación de lo que aún queda por pensar.

Lo único que tiene sentido enseñar es la teoría del lenguaje, dice Meschonnic. No un corpus determinado, no una nueva bolilla, llamada Teoría del lenguaje; no, más bien una cierta experiencia: el ejercicio de un lenguaje no escindido de la vida que expresándose la reinventa, reinventándose . El ejercicio de un lenguaje que tenga palabras cuerpos. Palabras prolongación de los cuerpos que las dicen. Así, mediante las palabras que son afectos y no meros signos, los cuerpos hablando sostienen una ligadura sensible con la materia que trabajan.
Teoría del lenguaje es práctica del lenguaje desde un pensamiento también teórico sobre el lenguaje. “La primera tarea de una teoría del lenguaje es una crítica del signo”. ¿Y qué es, en principio, el signo? Qué hace: reenvía. El signo desplaza el centro de gravedad de la realidad a una instancia ausente -o confinada a virtualidad-, sustancia de mayor densidad real pero que, sin embargo, nunca termina de presentarse, siempre representada.

¿Qué dispositivos animan a los docentes a abrir estas zonas vitales pero de rumbo (y control) incierto?

Jerome Roger propone un desplazamiento hacia lo que podemos llamar “pedagogía del ensayo.” Lejos de su ánimo está la reivindicación de un género literario: urge la pregunta por el valor pero no en el sentido moral, como lo expresa en su siguiente texto, sino del valor del decir, esta condición viva de las ideas y su prueba misma.

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