por Silvia Duschatzky

Hay textos que resultan herméticos, floridos, edulcorados; otros exigen de nosotros reiteradas lecturas sospechando que hay allí una fuerza que no obstante nuestra razón no pesca. Pero curiosamente solemos estar desorientados cuando nos enfrentamos a la simplicidad de una escritura. Como si acaso un registro narrativo que elude sentencias, barroquismos y abstracciones ampulosas, no contuviera poderosas reflexiones.

En este terreno, el de una escritura sencilla que no elude la complejidad, se mueve Fernand Deligny educador que en 1945 escribe su diario de campoI)Deligny, Fernand: “Los vagabundos eficaces”. UOC editorial. relatando su experiencia con los “niños inadaptados”.

Este educador se encuentra en el medio de un tironeo, los poderes gubernamentales por un lado y la espesura de la vida en los centros que dirige por el otro. Siempre atento a todas las argucias posibles para despistar a la maquinaria que le restaría presencia territorial.

En unas de sus páginas leemos:

Todos esos administradores, pequeños mandamases, ocultan la blandura de su carácter en su situación social como el cangrejo ermitaño protege su vientre en una concha prestada.
…….
¿Un establecimiento bien administrado quiere decir que todo lo que vive ahí pronto morirá?

Apenas pocas palabras alcanzan para sugerir una idea: la vida se escapa de las formas que la atrapan y a su vez no es sin formas. El problema no son las formas sino la terquedad en conservarlas, la obsesión en supeditar la vida a las formas, abandonando la aventura de hallarlas en su cualidad plástica e indeterminada. Y de esto se tratan las administraciones.

Pero hay algo más para destacar en torno a los enunciados que traza Deligny. No hay premisas, sólo elaboraciones que emergen en/de lo vivido.

…. Hipócritas partidarios de un orden social que se derrumba por doquier. Emplean con gusto un término magnífico que crece en las reuniones administrativas: la corrección moral….como si los niños tuvieran en alguna parte un fragmento que se moldearía en forma de cerviz…Quienes se resignan con docilidad qué pueden comprender de los niños que poseen la inverosímil audacia de manifestar trastornos de comportamiento?.

Y entonces la idea flotando en la trama de una textura narrativa. Para advertir la “inverosímil audacia de los niños inadaptados” es necesario dejar cae la corrección moral. ¿Habrá cierto coraje en la inadaptación? ¿Habrá en la imagen del inadaptado una secuela que nos habla más de la clasificación que del estado supuestamente deficitario que se proclama?

Podemos destacar tres rasgos de la escritura de este educador: la simpleza, la materialidad sensible, la idea.

La simpleza guarda complejidad. Nada más simple que lo que nos evoca el contacto con un recién nacido y nada más complejo que dos cuerpos en proximidad. La simpleza se percibe cuando el lenguaje no opera distanciándonos del registro sensible. Simple porque toca una fibra sentida, compleja porque es necesaria la escritura para liberar múltiples imaginaciones. Lo simple es lo verificable: el calor del fuego, la alegría que detona en un encuentro, la debilidad corporal, la vitalidad, el asombro. La simplicidad no está al alcance de la mano, es necesario mucho trabajo para conquistarla dado que todo está disponible como mercancía para separarnos de nuestras afecciones y de registros libres de representaciones anquilosadas.

Los chiquillos, los monitores obreros, yo, el parque con matorrales destrozados, el estanque vacío, el taller sin herramientas y las mesas sin cucharas, ni tenedor ni taza ni plato y las duchas sin agua caliente y los pies sin calzado y la taberna de la esquina y la desconfianza de la administración y de los poderes públicos y la lejana bendición de los ministerios : esto me parece un pedacito muy vivo del universo humano a nuestra medida.

¿Crónica? ¿Descripción? No meramente, sobre todo si enfatizamos la última frase: pedacito muy vivo del universo humano. Palabras que son cosas porque no dejan caer el espíritu que recorre la relación con las cosas. Lenguaje, que lejos de borrar la cosa cuando la dice, se hace carne en su cadencia, en su hilván, en su ritmo. Enunciaciones que exponen un gesto y suscitan afectos. Materialidad sensible que al mismo tiempo libera conceptos. Más allá de un humanismo utópico que separa lo bello de lo feo, la luz de la oscuridad, lo malo de lo bueno, lo molesto de lo pensable, lo humano sólo es aquí equivalente a un pedacito muy vivo.

Cuando nos hacemos cargo de un chiquillo primero hay que revelarlo …de la manera más inmediata; por las carteras que arrastra, los oídos habituados al mejunje mundano…

Revelarlo (como en la fotografía) o correr ese velo del juicio y la premura interpretativa tan cargada de saber moralizante. De la manera más inmediata o capturando una temporalidad en la que nada puede ser congelado. Deligny no se apura a decir “educarlo”, en cambio dice revelarlo como si en esa operación más que descubrir alguna esencia malparida o arruinada por las circunstancias sólo intentáramos afinar la intuición de una escucha. Escucha de aquello que -como bien dice Jullien- requiere no más que de una propensión para su despliegue. Y entonces en el acto de revelar-los también inventamos reflejos e intuiciones que no teníamos.

La escucha no de lo que se dice literalmente sino de los modos en que una vida absorbe las tonalidades ambientes…oídos habituados al mejunje mundano.

Y nuevamente imágenes concretas, materiales, palpables, que enunciadas de un modo singular balbucean ideas . No es azaroso decir mejunje mundano en vez de exclusión social o sólo pobreza. Oídos habituados al mejunje mundano: síntesis no obstante abierta que nos dice de una forma de existencia infantil que se macera en las mezclas, en las opresiones, en la hostilidad, en las argucias, en la complicidad. Y más aún; de aquello que un educador necesita abandonar para sostener una presencia que se interroga. Escritura sensible no por sentimentalosa sino por resonante. Palabras que expresan la resonancia de quienes afectados por los choques involuntarios no cesan de preguntarse cómo seguir, cómo aprovechar fuerzas, cómo torsionar sin moldear, cómo elaborar el malestar, cómo trazar pruebas de una vida otra a la que se nos impone. Escritura que emana de un sentir de lo que viene revuelto, embarrado, ambivalente, tensionado, rechazante e inconcluso al mismo tiempo.

La escritura del Deligny ¿es una biografía? La escritura de un maestro, un profesor cualquiera ¿lo sería? Si biografía es la escritura de una vida no puede no serlo, no porque se narren episodios en torno del autor protagonista sino porque escribir es estar en lo que se dice. PerecII)Perec,G. Nací. Eterna cadencia. Buenos Aires 2012 habla de una biografía oblicua…esa que se traza trayendo las cosas que nos rodean para de ese modo hablar de las propias pasiones sin mencionarlas.

La escritura de este educador francés en tiempos de guerra irradia la fuerza de una poética-política. Los peores hábitos son aquellos que uno no se atreve a aceptar, pues el balancín de la vida, en su magnífico y frágil vaivén corre el riesgo de permanecer atado en esta monstruosa vegetación que es el misterioso atributo de las apariencias conformes.

Nunca afuera de lo dicho, nunca observador inocuo de una realidad que hay que normalizar, nunca la mirada ensimismada en la particularidad de una vida.

Fernand Deligny no cree en la educación y aún así se hace educador. No cree en la educación prometeica… el riesgo siempre asecha o acaso se asume. No debe creerse que un chiquillo que ha vivido durante un año o más, a veces entusiasta y dócil a la voluntad del educador presente, pueda clasificarse como bueno para la vida

Simpleza, materialidad sensible, idea; modos de escribir un estado de pregunta. Pregunta que no se dirige a un destinatario supuestamente poderoso, pregunta que no responde, pregunta que no quiere saber de causas y sí de modos de desbloqueos, pregunta despojada de nostalgia. Pregunta que no obstante necesita efectuarse, dibujar territorios, probar armados…desplazarse.

Deligny es un nómada, aunque su práctica no mude de territorio. La errancia se verifica en su “método”. Resbaladizo en su pensamiento, no hay moral que lo atrape. Pedagogía encarnada señala el prólogo a Vagabundos Eficaces y es esa encarnadura la que lo lleva a sugerir que el educador lo es en la presencia ligera. ¿Será esta encarnadura, la llave de la idea? Idea que, alejándose del sentido común, no brota en estado de asepsia ni de una supuesta abstracción de las condiciones, sino que surge, se nos manifiesta, en contigüidad con lo que acontece. Nos pasa, no tanto por la cabeza que casi siempre nos tienta con la lógica del control, del saber sobre aquello de lo que habla (Jullien dice que conocer y gobernar se parecen bastante), sino por el cuerpo en esa presencia que se intensifica, habitando, estando en el medio de las cosas.

¿Será la idea, al contrario de la visión platónica que divide la realidad sensible de la inteligible, la forma en que el lenguaje libera nuevas potencias vitales? Idea nunca como premisa ex–nihilo sino como palabra, frase que “involuntariamente” y mediante un trabajo minucioso llega para nominar un estado sensible. Y en esa nominación abrir mutaciones.

Digamos entonces que la idea no está primero, no se anuda en el nombre del bien, no ilumina una realidad que la antecede. La idea llega en el momento en que una nominación se produce. Nominación que es más que un nombre que identifica. Nominar o decir algo es otorgar a las sensaciones, afecciones, relaciones un eco de realidad que crece ahí donde no lo suponíamos. La idea lejos de arrojar un sentido o el índice de una falta opera abriendo surcos. La idea está en la creación siempre verificable. Verificable en la transformación de maneras de estar entre las cosas.

Tomemos la idea de presencia ligera. Presencia ligera no alude simplemente a un significado -la liviandad de un estado- o no se juega allí su potencia. Su idea radica en la creación de un valor que emana de una figura cuyo canon de sentido indicaría lo opuesto. Nada más lejos en la historia civilizatoria que la imagen de un educador de presencia ligera. La idea se expresa en la invención de un modo de estar educador que nunca y antes de la prueba sabremos de su potencia. Si presencia ligera es una idea lo es por lo que despierta, por el trabajo al que nos arroja, por su tono investigativo. La idea se constatará en el devenir de sus efectos siempre situados. Si así fuera la idea es práctica, naciente, susceptible de diferenciación.

Insistimos; la escritura Deligny desarma la lógica de la separación; de las palabras y las cosas, del espíritu y la razón, del sentido y lo sentido, del devenir y las conquistas.

El tono de sus escritos nos trae algunos problemas: cómo escribir lo que nos pasa y sobrepasar la dimensión personal, cómo capturar el mejunje cotidiano con las palabras que lo expresen en su complejidad, cómo extraer una idea de la textura narrativa.

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Notas al pie   [ + ]

I. Deligny, Fernand: “Los vagabundos eficaces”. UOC editorial.
II. Perec,G. Nací. Eterna cadencia. Buenos Aires 2012