La risa y la escuela

Pito, culo, teta
por Luisa Gómez

Soy profesora suplente en un 1°año. Hace muy poco tomé el curso, nos estamos acostumbrando. Me gusta 1°año porque los chicos son chicos.

Entro al aula. Saludo a los educandos, mientras firmo el libro de temas, mientras pido la tarea, mientras contesto alguna pregunta, mientras pregunto otra cosa, mientras pido silencio. Yesi interrumpe la clase, Yesi es la preceptora:
—Chicos, por favor necesito que todos me entreguen la tarea del viernes de lengua. Me la tengo que llevar. Saquen la hoja de la carpeta y me la van pasando.

Se escucha un cuchicheo. Confusión. Como de costumbre los chicos no se apuran, primero tienen una batería de preguntas. Que por qué, que qué pasa, que yo estoy copiando del otro lado y la estoy usando a la hoja, que si la tenemos que firmar a la hoja. Yesi parece molesta. Los preceptores siempre están enojados con algo o con sueño.

Yo sigo. Desconozco el motivo del pedido de Yesi. Me parece raro. Ahí rápido ilusa de mí me acuerdo que en 4°grado me encantaba que me pidan el cuaderno para que lo vea la Directora, debe ser eso pienso. No pregunto nada.

Yesi muy parca, que no sé qué es lo que pasa, que me dan la hoja ya, me la tengo que llevar, que es para la Directora y que rapidito, corazones, vamos, vamos.

Porque Yesi será corta pero es amorosa. Yo sigo, no entiendo nada, pero perdamos tiempo, qué sé yo, por ahí de esto aprendemos también algo. Yesi se acerca y me dice que vaya a la dirección que la Directora quiere hablar conmigo. Se me cambia la cara, me siento sucia. Me lo dice cerca pero los chicos escuchan porque siempre escuchan todo y a mí me da vergüenza porque siento que estoy castigada como cuando te mandaban a la dirección y yo ya soy grande y yo ya soy ahora la profesora.

Voy a la dirección con miedo. La Directora no es mala pero siempre me da consejitos porque yo no tengo el taco gastado de la docencia, soy jovencita, me dice ella siempre.

—No, mirá lo que te quería decir es que sucedió algo con el curso con la anterior profesora suplente que estaba ahí y te lo quería comentar. De casualidad un preceptor vio en la carpeta de lengua de uno de los chicos de 1° esto.

La Directora me da un pedazo de hoja de fotocopia con un texto breve. Yo leo, o sea quiero leer pero estoy nerviosa entonces miroteo y veo escrito “pene”, “pito”. Es un relato de una escena familiar íntima donde dice “pito” y “pene”. La tarea era que los chicos marquen errores ortográficos, de puntuación y tildación ahí, en ese texto. Termino de leer sorprendida, me quiero reír, pero en la dirección no se puede, además la Directora tiene cara de que esto no le gustó nada:
—¿A vos qué te parece? La preceptora de casualidad vio este texto y lo encontró raro, y por suerte me avisó. Yo siempre confío en el criterio del docente pero no sé qué pasó con la chica que estaba antes que vos. No se les puede dar un texto así a los chicos, ¡es un 1er año! ¡Mirá si un padre lo lee, la que se me arma a mí! ¡Después vienen y te quieren prender fuego el colegio! Encima que de por sí ya viven llamando por teléfono. Un texto que dice ‘pito’. ¿Qué es eso? Yo te quiero pedir que por favor tengas cuidado. No puedo estar controlando qué cuentos usa cada docente, no sé. Pero fijate. No quiero tener problemas. Los chicos en la casa… vos sabés que tergiversan todo, por eso hay que resguardarse. Esta chica se fue por suerte, ya no trabaja más acá. ¡Decí que lo vimos justo a tiempo!

Yo no sé qué decir pero no me tengo que reír seguro. Pienso. No es para tanto. Siglo XXI. Pito, teta, culo. Si suavizo la cuestión quedo como la liberal, después me van a andar siguiendo a ver qué doy. ¡Observación de clase sorpresa! ¡Sí! Si le doy la razón quedo bien pero estaría desacreditando a otra docente. Bueno. Entonces me hago un poco la indignada, la sorprendida. Yo no sé mentir pero a veces hay que hacerse amigo del juez y no darle de qué quejarse. Además a la otra profe yo la había visto y era medio hippie, seguro estaba llena de ideales o era progre y quería innovar o era de esas new age que se bañan desnuda con los hijos, no sé.

Se hace un silencio incómodo y la directora agrega:
—Eso sí, te pido mucha discreción con los chicos. Hay que cuidar la institución. Tratá de no mencionar esto. Bueno, volvé a dar clases, cualquier cosita me avisas ¿sí?

Yo todo que si si, que bueno. Me vuelvo pensando. Me acuerdo que a todo esto yo estaba dando una clase. Yesi sale del aula con todas las hojas desparramadas. Los chicos intrigados me miran.
—¿Y profe? ¿Qué pasa? ¿Nos querían corregir la carpeta? ¡Yo la tengo completa eh!

Todos murmuran. Se corta la clase nuevamente porque entra Yesi con todo el papeleo. Las hojas de carpeta ahora tienen despegada la fotocopia del fragmento, en algunos casos la hoja quedó rota o desgarrada. Un enchastre. Se nota que la fotocopia con el fragmento no está en todos los casos. ¡Qué vergüenza! Yesi me da todo para que yo lo reparta, me tira el muerto encima y se va. Igual yo estoy tranquila porque no me retaron por nada y eso, como está el paño, no es poco.

Perdí toda la clase con estas correrías de barrio, ¿por qué no habría de perder el tiempo entregando papeles? Me hago un poco la boba y empiezo como si nada a dejar hojas en los bancos. Como la culpa no es mía casi que saco pecho, pero un nene obvio, se da cuenta y señala la hoja: —Profe, ¿por qué acá falta la fotocopia? ¿Está como roto esto?

Respiro hondo y me encojo de hombros. No sé, les digo.

Share on FacebookTweet about this on TwitterShare on Google+Email this to someone