Simpatía sonora

Como docentes solemos tener imágenes de cómo somos (qué nos sale, que no…) de lo que queremos ser, de lo que deberíamos ser (el rol). Federico dice: ¨¿Yo soy música? ¿Soy un ente que es música? Con estas preguntas apunta al centro del asunto: ¿Cuál es nuestra relación con la materialidad de lo que acercamos a los pibes? ¿De qué manera esto constituye una identidad fija (el profe de…) o un conjunto de rasgos móviles o plásticos? Mercado formula una pregunta clave: ¨¿Cómo hacés vos para que eso que haces se emparente con la experiencia de vida de los chicos y pase a ser significativo?¨ No hay forma de que algo le toque a los pibes sin que nos toque a nosotros. Su pregunta, creo, va la par de otras: ¿Qué me pasa a mí con ¨la música¨? ¿Qué cosas puedo yo con ¨la música¨?

¨Yo soy el profe de música pero también puedo ser otras cosas¨ dice Federico. ¿Podemos ser muchas cosas a la vez? ¿Podemos ser cosas que ni siquiera nosotros sabemos? ¿Y hay espacio para todo eso en el aula?

En esta entrevista veo una manera muy interesante de transitar lo que se nos presenta como dado. Por ejemplo: la currícula suele transformarse en ese fantasma que nos persigue durante todo el año (¨esto no lo hiciste¨, ¨todavía queda todo esto para dar¨,
¨dejaste afuera tal o cual cosa¨). Efectivamente, y por más obvio que resulte, los programas, las planificaciones y todo aquello que hacemos con los contenidos es efecto de las decisiones que tomamos. Pero sobre todo, de las operaciones de lectura que realizamos. En un momento de la entrevista, Federico cuenta lo valioso que resulto para él y para los pibes la participación como ensamble en un encuentro entre varias escuelas. ¿Cómo llegamos hasta aquí? Menciona Mercado: ¨Es muy difícil que vos hagas algo que quede afuera. Entonces, el respeto a la diversidad cultural ya estaba ahí; hacer experiencias musicales, está. La parte iniciación musical dice que los chicos tienen que participar de experiencias musicales.¨ Lo que aparece dicho en la currícula no es leído como una prescripción o una obligación. La posibilidad de participar de una actividad de este tipo, con todo lo que esto implica en términos de gestión y permisos, es efecto de haber leído allí una oportunidad valiosa de intercambio con otros pibes, de apertura de la escuela hacia otros ámbitos. Lo que en otra ocasión podría haber sido leído como imperativo de salida, carga o responsabilidad cambió completamente de sentido.

El espacio tampoco se presenta aquí como un límite. El aula o el taller del centro cultural no están pensados como espacios delimitados de antemano. ¿Quién podría garantizar a priori lo que en el formato aula o taller puede llegar a suceder? Más allá de esto, creo que el foco está puesto en este ir y venir, este deambular entre un espacio y otro. Más que pensarlos como terminales, concebirlos como nodos. Lo complejo y lo más interesante para investigar está en el flujo de estos intercambios y en la circulación que habilitan: cuerpos, instrumentos, melodías, toques, que van y vienen.

Esta entrevista también me hace pensar en la escucha. ¿Qué implica escuchar a los pibes? Hay una cantinela escolar, que resuena de fondo pero que de tan sabida ya casi ni le prestamos atención. Lo que decimos, lo que los pibes nos responden arma un tejido ya conocido, sin texturas. Los pibes, dice Federico ¨Te dicen lo que vos querés escuchar.” ¨Ponés un montón de expectativas, y esas expectativas se vuelven autoritarias. Porque estás esperando que el pibe haga, responda, hable y piense como a vos te parece bien que él lo haga.¨ Por esto: ¨Si vos no le preguntás a los chicos historias, no te las cuentan. ¿Por qué te las van a contar? ¿Qué piensan que a vos te va a importar eso?¨ Ante estas preguntas Federico lanza una propuesta: ¨Hay que preguntarles a ellos. Preguntarles no literalmente, ir viendo para dónde van.” Desde la mirada de Mercado, la escucha sería algo mucho más complejo, que de entrada involucraría varios sentidos y también un arrojo, un salir a la búsqueda de otros signos que se nos pueden presentar más inciertos, menos predecibles. En este sentido menciona: ¨Jugar a la pelota, treparse, correr, cagarse a trompadas, pelearse, bailar cumbia, murga, que te caguen a palos tus viejos. Está todo en el cuerpo. Está todo puesto en el cuerpo. Entonces, ese cuerpo tiene una habilidad que hace que cuando vos le das a un pibe un tambor, lo toca. Por lo que escuchó, por lo que vio¨.

Lo que hace a un docente, más que lo que sabe, es la posibilidad de estar atento, tener una ¨simpatía sonora¨ con lo que se presenta.

La entrevista a Federico me lleva a mirar la escuela como un paisaje distinto: hecho de flujos más que de formas y de lugares, que atraviesa los cuerpos y tiene diferentes ritmos y velocidades.

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