por Candela RañaI)Este texto fue extraído de una intervención en un foro de discusión del Curso Pedagogía Mutante. Al final hay una breve reseña de las resonancias. La propuesta del foro era trabajar sobre los “modos de hacer” en la escuela que escapan a la planificación, que visibilizan un hacer/estar estratégico, situacional, permeable a variaciones. Se trabaja en ese espacio sobre los modos en que nos posicionamos en los diferentes huecos de la topografía escolar: el aula, los pasillos, la sala de profesores…y claro, en las derivas posibles de ese habitar. Les sugerimos animarse a una escritura que no se circunscriba a los modos habituales de nombrar lo escolar sino que juegue con otros registros, que investigue esa cotidianidad que se presenta.

La legitimación de las de las desprolijidades docentes… qué lejos está de la imagen de la maestra normal, modelo impoluto a seguir. Se abren otras posibilidades.

No me bastó quererlos para que funcionara.
No me bastó el amor por la educación… lo que sea que signifique eso.
Cuando me encontré con ellxs era un bardo todo.
Exigencias, tironeos, expectativas absurdas.
Zafar para alejarme del absurdo, y acercarme a lo vivo.
Yo era un bardo internamente.
Mi construcción del ser docente era un bardo.
(Pasó tiempo hasta que acepté que soy persona… además de docente)
Lxs pibxs eran un bardo.
La seducción no fue solo por amor.
Fue un acto desesperado para comunicarme con ese otro.

Muchas veces fui y soy invisible.
Como en un sueño en el que uno grita pero no sale la voz, nadie escucha.
Aunque patalee, salte, haga monerías. No funciona.

Leernos mutuamente.
Interpretarnos, ponernos en el lugar del otro,
Imposible y violento.

El espacio entre nosotros es la clave.
¿Cómo se llega ahí? ¿Dónde está la puerta invisible?

Lugar del medio. Puntos de encuentro.
No importa tanto lo que me pase a mí si queda acá encerrado
No importa tanto lo que te pasa a vos si queda ahí encerrado
Lo que nos pasa entre, es el lugar.

Seduje con las famosas actividades motivadoras, juegos, chistes. Seduje con palabras que apelaban a la singularidad de mi interlocutor/a. Seduje introduciendo preguntas, dejando a la incertidumbre de la vida entrar en la escuela predecible. Seduje blanqueando mi perplejidad en esta escuela moviente. Diciendo: en otra época hubiera sucedido esto, no sé qué hacer, necesito pensar, o que me ayuden a pensar.

La escuela con sus representaciones estériles
saca rápidas conclusiones, interpreta, diagnostica.
Pretende resultados inmediatos visibles medibles evaluables
Pero… ¿Qué tiempos tiene una escuela en problemas?
Quizás los problemas modifiquen los tiempos.
Es probable que las respuestas, los movimientos, los efectos no se den en coincidencia con las expectativas académicas y el tiempo del calendario escolar.
¿Puede la escuela y la docente resultadista, ansiosa darle tiempo a estos tiempos?
Entonces sedujo la pausa.

Seduje quebrándome también. Compartiendo mi límite humano. Tantas veces tuve ese deseo o sensación de que debería estar en algún otro lado. Estar en muchos lugares y en ninguno a la vez. Sé que la presencia se ejercita, se aprende a estar disponible y confiar.

Una escuela (real) no es La Escuela (estudiada en el profesorado). Por suerte. Entonces no da lo mismo laburar en cualquier lado, con cualquiera. Recuerdo algunxs docentes con su trayectoria laboral en una misma institución tantísimos años, quejándose de lo mismo, secándose cada día con su taza de café en la mano. ¿Olvidaron que podían moverse, dieron por sentado que no había otra cosa posible?

Es necesario no estar adormecidx.
No estar dopadx.
Y no estar desangrándose.
Para poder jerarquizar.
Lxs pibxs no se pueden postergar como se apilan los papeles del oficinista.
¿Cómo le pongo una pausa a la cosa si estoy desangrándome?
¿Hay espacio para la fragilidad del docente?

A veces veo circular por los pasillos de la escuela maestrxs zombis, con cachos de carne colgando, sin más opción que volver al aula a dar clases o pedir el certificado. O estás chapa o adentro, a laburar, y que te coman viva las criaturas del aula. ¿Qué pasó hasta que esa persona llegó a ese lugar, no hubo pausas para cicatrizar, recuperarse?

Me manifiesto. No voy a ser zombi (otra vez). Quedan en evidencia mis heridas.
Que se banquen esta persona con sus límites.
Que se la banquen la directora, la familia, mis compañerxs y lxs pibxs.

La sorpresa aparece cuando en lugar de rechazar a esta docente imperfecta (sigue en juego mi imagen del rol pulcro, es casi karma), me bancan. Y se arma otra lógica distante de la del rechazo y la ayuda (para volver al molde).

Hace unos años tengo la necesidad de meter a las familias en el aula. Necesito que estén ahí para que no jodan hablando desde afuera de lo que imaginan que es o debe ser.  Metí a muchxs en el aula. Invitación a vivir y pensar juntxs lo que ahí sucede. Que reviente el aula de gente (que estallen los diques). Fue una manera de romper un muro y ganar un terreno común, de más confianza. Redujo tiempos de reuniones por fuera, sumé aliadxs, y algunx que otrx enemigx. Repartir las intensidades entre varixs. Romper el muro de cada maestrito con su librito.

Seducción tramposa
¿Seduzco para que me escuchen, se sienten en ronda, aprendan lo que yo, el curriculum, los padres quieren?
Seducción como método de control, domesticación, adormecimiento, subestimación;
O seducción como pase de pelota a lxs otrxs para ver qué jugada arman, qué partidito se arma entre todxs.


Resonancias

“Escribo: porque no sé qué hacer con lo vivido” (Lispector). Escritura desde las entrañas, escritura como un intento de elaboración de lo vivido, como un motor para pensar la escuela y a nosotrxs en ella. Escritura en un espacio que deviene pública la intimidad de nuestros pesares, nuestros desbordes y nuestras trampas. ¿Dónde encontramos esos recovecos para nombrar, escupir, traficar malestares o deseos? Una elaboración que vuelve común la vertiginosa vida escolar (que no se limita a sus muros físicos ni morales…esos que intentan solidificarse). Espacio y tiempo colectivo para pensar cuáles son los modos posibles de elaborar esas experiencias.

Intensidad de una vida que, como otras – tal vez con la lucidez de nombrarlo en su tensión con las oscuridades más profundas y difusas – intenta ilustrarse en la cotidianidad escolar. Pone de manifiesto con la brutalidad de lo que se mueve, la escasa fertilidad que tiene una escritura que intenta decir encasillando, limitando lo vivible en lo que “encastre” con el lenguaje escolar.

“Acercarse a lo vivo” tiene la fuerza de provocar, de cuestionarse la naturalidad de la rutina escolar, de sus protocolos y enunciados sabiendo que esa trampa esconde la indeterminación de lo que sucede y lo que nos pasa con ello. ¿Qué nos convierte en zombis? ¿Cuerpos desafectados o cargados de un “vivo” inabarcable? Cuerpos agotados que no lograron elaborar sus cicatrices. Mostrarlas en carne viva tiene un costo muy alto. Requiere de una elaboración compleja.

Encontrarse con las expectativas que se cargan en el rol –propias, ajenas…actuales. Encontrarse para desarmarlas en un “esx no soy yo, no es lo que vivo ni lo que compongo, estallo, me choco en la escuela”. Encontrarlas para develar la farsa. Puntos de encuentro con lo vivo. Afectarse. Desarmarse. Reinventarse.

¡Que reviente la escuela de gente! Pero nos encontramos solxs –o con escasos aliadxs a la hora de pensarla, sin sumarnos a discursos amigables- Que reviente entonces también el modo en que hablamos de ella. Zombies parlantes que tomen –e inventen- la voz.

Notas al pie   [ + ]

I. Este texto fue extraído de una intervención en un foro de discusión del Curso Pedagogía Mutante. Al final hay una breve reseña de las resonancias. La propuesta del foro era trabajar sobre los “modos de hacer” en la escuela que escapan a la planificación, que visibilizan un hacer/estar estratégico, situacional, permeable a variaciones. Se trabaja en ese espacio sobre los modos en que nos posicionamos en los diferentes huecos de la topografía escolar: el aula, los pasillos, la sala de profesores…y claro, en las derivas posibles de ese habitar. Les sugerimos animarse a una escritura que no se circunscriba a los modos habituales de nombrar lo escolar sino que juegue con otros registros, que investigue esa cotidianidad que se presenta.

One thought on “No voy a ser zombie (otra vez)

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