Por Ulises BalsaI)En el primer trabajo práctico del Curso Pedagogía Mutante les propusimos a los cursantes que realicen un ejercicio de escritura de lo mutante. Una escritura que se desplace de los modos clicheteados, desvitalizados, jergosos -y poco jugosos- de nombrar lo escolar. Una escritura que en ese ímpetu cartográfico devenga ella misma mutante (y porque no delirante) y que tenga como único norte registrar lo vivo que suele yacer aplastado por el lenguaje escolar. Aquí les dejamos el texto del cursante Ulises Balsa y unas breves resonancias que escribimos para “devolverlo” y continuarlo…

No hace mucho que estoy dando clases, hoy es mi primer día con un grupo de segundo año. Sé que la escuela es medio difícil, a lo mejor tenga suerte y los chicos sean buenos, poquitos y hagan las actividades. Nadie quería agarrar estas horas en la coordinación, decían que por tres meses no valía la pena meterse ahí. Pensé bastante sobre qué proponer en el aula, fui cambiando cosas, no me sentía cómodo con lo que estaba planificando, como que nada me convencía y las ganas de hablar con alguien, un colega o alguien me invadían.

Pero no, eso es mostrar inferioridad y exponer mis miedos, porque creo que eso era lo que sentía mientras escribía y tachaba el cuaderno solo en mi casa, miedo, y el día se acercaba y ahora estoy acá, en la sala de profesores, no conozco a nadie, hablan docentes sobre lo mal que se porta no sé qué curso, tengo calor y estoy traspirando, sé que son mis nervios y que todos se dan cuenta, no hace calor, en cualquier momento toca el timbre. Me van a pasar por arriba, ¿cómo hacen los otros profes? ¿No veo a nadie que este como yo?

Toco el timbre. Salgo al pasillo esperando que un tornado levante la escuela y no haya clases y frente a mi aparece una mantis religiosa con un guardapolvo medio sucio, colgada de la ventana, tizas de colores le caen de los bolsillos. Ella me llama, me acerco y me dice: “No sabés nada y no necesitás saber. Viste las palabras con las que describir esta situación: dar clases/ escuela difícil/ cómodo/ inferioridad/ miedos/ nervios/ solo. Creo que lo que pasa es que todavía no estás en la escuela, te quedaste en tu cabeza y en lo que escuchás por ahí, no estas habitando el espacio, el lugar, el aquí y ahora. Te metieron muchos mandatos y sobre todo demasiados supuestos, entrá en el aula, sé uno más, lo que acontezca será cosa de todos. No escuches a nadie más en este lugar porque se equivocan, nada es, todo está siendo, buscás un mapa exacto y no hay nada que buscar, está todo ahí, en constante cambio. Confiá pibe, confiá en lo que no sabes, en vos y sobre todo no seas como crees que debes ser. Te voy a dar un ejemplo a vos que sos futbolero: ¿sabés por qué te gusta el fútbol? Te gusta porque no se sabe que va a pasar en la cancha, no hay nada predeterminado, no sabés ni conocés el final, solo te gusta jugar y eso tenés que hacer acá, entrá a jugar. Qué mal que te pusiste teniendo un trabajo que se trata de jugar con todo lo que encuentres a tu alcance…”


Resonancias

Una percepción lisérgica de la escuela que, aunque más no sea provisoriamente, la disuelva desde sus partículas elementales, que erosione sus formas, que modifique sus texturas, que intensifique y distorsione sus colores. Un flash que saca al cuerpo del miedo y los nervios. ¿Cómo ver sino a la mantis religiosa con un guardapolvo sucio colgando de la ventana? ¿Cómo registrar lo minúsculo que habitualmente escapa al ojo molar-escolar? Lo minúsculo que no es lo menor. Lo minúsculo que es también lo vivo y moviente (que hay que seguir en sus viajes alocados…). La mantis te llama y te habla, “no sabés nada y no necesitás saber”. Una consigna vital para entrar al aula apostando a la fuerza de la presencia y a la liviandad de la inocencia: no necesitás Saber con mayúscula y no hay protocolos, recetas, fórmulas o manuales que puedan conjurar el encantador caos que se avecina; toda preparación es imposible (el filósofo Henri Bergson decía que podemos prever lo que haremos mañana, lo que pasará mañana, pero no podemos anticipar lo que nos pasará con eso que va a suceder). A su vez, mientras nos pide que dejemos en la puerta del aula toda esperanza de “saber” (de anticiparse, de saber para prever, como decían los abuelitos positivistas) nos fuerza a confiar en nuestras potencias y nos ubica radicalmente en el aquí y ahora.

Confiá en vos mismo. Dale que sos vos, le dice la mantis.

Dale que -con aliados imaginarios o reales– a veces somos nosotros.

Notas al pie   [ + ]

I. En el primer trabajo práctico del Curso Pedagogía Mutante les propusimos a los cursantes que realicen un ejercicio de escritura de lo mutante. Una escritura que se desplace de los modos clicheteados, desvitalizados, jergosos -y poco jugosos- de nombrar lo escolar. Una escritura que en ese ímpetu cartográfico devenga ella misma mutante (y porque no delirante) y que tenga como único norte registrar lo vivo que suele yacer aplastado por el lenguaje escolar. Aquí les dejamos el texto del cursante Ulises Balsa y unas breves resonancias que escribimos para “devolverlo” y continuarlo…

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