por Silvia Duschatzky

Hace algunos días me encontraba trabajando con el equipo directivo de un jardín maternal de la Ciudad de Buenos Aires. Por momentos nos percibía enredadas en una catarata de palabras que bucea desorientada en busca de una cuña. A veces esa fuerza emerge intempestiva del “afuera” de la escena.

Se requiere mucha atención para desmalezar la grandilocuencia pedagógica o meramente el diluvio discursivo.

De pronto ingresa un maestro con un libro en la mano. En ese jardín es frecuente que a cada instante alguien abra sigilosamente la puerta de la dirección, pero prescinda de todo protocolo, como también es frecuente que las compañeras que coordinan el jardín compartan ese tono amable y poco formateado que suele respirarse apenas se ingresa al edificio; como si en vez de reconocer maestros viéramos okupas muy jugados en el territorio de ese juego en el que no falta la buena música, los grupos de crianza de madres y padres reunidos semanalmente, y ahora la convocatoria a marchar juntas el 8M, madres y maestras.

Vuelvo…Mariano, el maestro, muestra entusiasmado un libro para niños, Crianzas de Susy Shock. Ellas intercambian con él la alegría de haberlo leído con sus hijos. Este episodio duró dos minutos. Ah…Susy Shock es travesti, aclaración que en un tiempo más resultará innecesaria.

Crianzas de Susy Shock en la mano de un maestro de jardín maternal, en el medio de una complicidad con las directoras de una “institución escolar”, es la cuña que desmaleza. No es el episodio lo que cuenta sino lo que navega ahí, aquello a lo que da lugar. La entrada de este libro de cuentos para niños comporta la fuerza de un pensamiento que incomoda a la comunidad educativa, aún a los corazones progresistas. Pero lo que incomoda no es la rareza de un libro cuya autora es travesti, situación proclive a ser absorbida en las retóricas “bienpensantes” de la diversidad y la tolerancia. Lo que incomoda -si incomodase- es la sensación de que no hay individuo (forma establecida) que no sea susceptible de descalabro. Lo que inquieta es percibirnos en un devenir que arrasa con los artificios de estabilidad.

La mutación de una pedagogía sobreviene cuando aflora una tensión entre las formas que nos consisten en automático y una afectividad, un ánimo que puede leerse en torno de un episodio cualquiera. La pedagogía muta hacia ningún fin. La anécdota que menciono sólo importa en tanto da cuenta de esa experimentación del exceso irreductible a cualquier individualidad constituida (institucional, del sujeto, de los grupos, de las relaciones).

Tráfico de experiencias no es sólo una revista, intenta pensar una y otra vez las circunstancias de choque que nos exceden. Pero su exceso no está en otros, lejos de nuestras afecciones. Ese exceso señala en nosotros la presencia de un plus que pide experimentaciones. No meras innovaciones sino procesos que desbordan nuestra función, nuestra individualidad formateada, nuestro saber.

En este número, los textos son mutaciones pedagógicas. Es la entrada de “Susy Shock” a un mundo que aún sufre la pesadez de las palabras gastadas que arrastran su debilidad y que paradójicamente todavía atrapan auditorios cansados y desorientados.

Pedagogía mutante es la idea que viene creciendo, de la mano del Colectivo Ver qué onda y de un intercambio con el Equipo de Gestión Educativa, bajo la forma de un curso virtual.

La invitación es a recorrer los textos que acompañan este Número peguntándose de qué exceso sensible se tomó la escritura para animarse a hacerle algo a la lengua escolar.

¿Qué hace a una pedagogía mutante? Es la pregunta que nace de una urgencia sentida. Es la pregunta que seguiremos trabajando


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