por Juan Miceli y Silvia DuschatzkyI)Texto surgido a raíz de un encuentro presencial de la Diplomatura en Gestión Educativa (Flacso) del cual participó Juan Miceli, artista audiovisual. En noviembre de 2012.

¿Es posible atravesar miradas formateadas que restringen la expansión de las cosas? ¿Es pensable que el kaos contuviera una potencia que invita a configuraciones abiertas?
Compartimos búsquedas y preguntas en torno del KaosII)Kaos con k aludiendo al carácter mítico del mismo, del origen, amorfo e indeterminado y para despegarlo del caos como opuesto al orden , y esbozamos juntos un dispositivo que abriera canales de conexión entre las practicas educativas con sus resonancias caóticas y la experimentación artística.

1. La obra es la acción de hacer la obra
La propuesta era sencilla hasta el delirio (aventuro que es por eso mismo, en parte al menos, que al ponerla en acción haya aparecido el kaos). Cada participante tenía que traer un cassette de VHS, nosotros proveíamos herramientas tales como destornilladores, algún martillo, etc. La consigna –que pretendía cuestionar o poner en escena (y aspiracionalmente en jaque) las nociones de adentro y afuera – fue que accedieran de algún modo al interior (del vhs) y sacaran esa materia que envuelve.

Hubo un motor muy concreto en relación a lo (poco) que percibo sobre (el eternamente cuestionado) sistema educativo y que me llevó directamente a preguntas tales como: ¿se puede pensar el arte –y por qué no la educación- solamente como soporte y formato o es, en lo real, algo más vinculado con lo mágico, ritual y lo iniciático? ¿Es lo mismo saber que un soporte está envejecido porque nos fue dicho de algún modo, que pasar por la experiencia de exhumarlo y violentar esa supuesta decadencia? Creo que uno y otro son dos tipos de saberes completamente diferentes; vinculo el primero al conocimiento de un dato, mientras el segundo tiene que ver con el saber que está indefectiblemente ligado a atravesar una experiencia, cosa que sólo puede hacerse con todo el cuerpo.

2. ¡Esto es un Kaos!
Nos alejamos de la idea del Kaos como sinónimo de desorden y a través de la acción concreta de violentar los materiales (cintas de vhs, tornillos, carcasas plásticas, etc) lo tomamos como lo que es: el imperio de lo que está antes de la forma (y del formato, claro), el triunfo de lo amorfo y de la indeterminación; un estado que cuestiona la existencia como algo dado de antemano (y al pensarlo así empodera la idea de lo que está en permanente formación). Surgió en algún momento la idea negativa del kaos (como desorden) y es esperable que ocurra.

Encarar el kaos es toda una tarea (no un trabajo, que es pariente directo del orden). Me inclino a pensar lo que ocurrió en el encuentro: la sensación y el hecho concreto de fundirse con el kaos y por lo tanto de estar dispuesto a perder la forma y el soporte (todo un ritual de iniciación), dejando caer la ambición de domarlo con su falso antagonista. Está claro que el orden no está a la altura del Kaos y se hace evidente que la intención de oponerlos no es más que un anhelo que alberga la ilusión de que podremos domesticar lo que siempre se nos escapa.

La experiencia de aquel sábado conjugada ahora con estas notas deja ver por efecto del “sentido” (de lo sentido) que el kaos se nos abre como interrogación y experimentación más que cómo mera destrucción. Ahora bien pero ¿qué sería arte?

3- Invenciones
Arriesgo una no-definición de arte. Creo febrilmente que el arte es mezcla de tráfico de experiencias, religión y último refugio de la magia con una cierta otra cosa que ni siquiera intento definir. Desde ese lugar (al que podría llamar saber elemental) genero acciones artísticas que dejan huellas, no obras en el sentido mercantilista que suele ofrecer el sistema del arte. Así como no puedo evitar cuestionar la división cuerpo / espíritu, también creo que mi reptar de disciplina en disciplina es mi manera de dinamitar la división que se trata de imponer entre ellas, inexplicable modo de adiestramiento.

Podríamos ensayar un desliz. El Kaos pasado por un cuerpo que piensa en el acto de alterarse, en la relación con los otros y mediado por esa cosa (vhs) nos invita a probar sus cualidades plásticas, sus proclividades inventivas. Creo que entregarse al kaos es experimentarse como ofrenda (NO como objeto) y simultáneamente como médium y representa la posibilidad de disolución (y en esto creo que entra plásticamente el carácter líquido de la cinta vhs); pasar de la forma acuosa a otra cosa es ingresar en un umbral de mutaciones y no a una pérdida absoluta.
Tomo algunas imágenes que trae Juan, para procurar un diálogo entre la experiencia del sábado y nuestras preguntas acerca de la educación.

¿Es acaso amorfa la educación en su funcionamiento institucional? Ya esta formulación nos sitúa en un oxímoron: lo institucional niega lo amorfo. Creo que lo institucional per se tiene como matriz esencial dar forma a lo amorfo. La pregunta, no obstante, sería qué motiva esa empresa, de qué se nutre esta operatoria? ¿No hay acaso en el procedimiento de dar (una) forma un efecto de restringir la pluralidad de formas? Habría una poderosa distancia entre la forma que nace de una imagen a realizar y las formas que brotan de una mirada investigativa de las potencias en juego. Qué debe una escuela de un lado, qué puede una escuela del otro.

Suele pasar que asustados frente a los movimientos caotizantes, apelemos a constataciones empiricistas que vendrían a negar los desmembramientos y a confirmar que todo sigue en su lugar. Lo amorfo se impone a la corta o a la larga aún cuando insistamos en dar una forma y poner en forma.

¿Qué sería entonces pensar la educación como formación? Darnos formas (más que darle forma al otro) desde una sensibilidad atenta a las cualidades y potencias de las cosas no es igual que formatear desde premisas del buen sentido, desoyendo las vitalidades de todo lo que existe y sus eventuales variaciones. Probablemente podemos ensayar la idea de una educación que piensa múltiples configuraciones. La formación (inconclusa) como investigación de las formas que ensayamos en el medio de la relación con las cosas.

¿Vale preguntarnos por la experiencia de amorfar (neologismo que conviene a esta discusión) los pensamientos arraigados, las respuestas que se activan en automático? Creo que sí y me atrevo a leer el neologismo como violentar la empresa, la forma, el proyecto.

Los vhs se nos presentan como forma que jamás se descompondrían espontáneamente. Arrumbados en algún cajón conservan en nosotros la ilusión de que guardan una historia que necesitamos archivar. Lo mismo podría suceder con los formatos escolares, con la pequeña diferencia que mientras en un caso se cae en un desuso superado por tecnologías de última generación, en el otro se cae en la puesta en escena (“como si”) de su uso.

Lo que interesa destacar es simplemente que el kaos no siempre nos sobreviene sino que, aplastados por una inercia y casi sin procurarlo, algo vivo puja por hacerlo emerger, no por adicción al desmembramiento sino por insistencia de una fuerza que ya no alcanza a desplegar toda su potencia encerrada en la cristalización de una forma.

Volvamos por un rato a la fiesta de los vhs. Para mi fue una fiesta. Fiesta que dice algo más que lo que comúnmente se entiende por diversión. Fiesta que tampoco es excitación al palo. Fiesta como asombro de lo que pueden las cosas; los mil modos en que esas cintas amebosas iban cambiando su forma al pasar por una fuerza; de etéreas a tensas, de evidentes a apenas sombra cuando desde lo alto se las hacía caer cual si fueran trompos a la velocidad del rayo. Fiesta de las sensaciones que despierta el enredo, la pregunta en acto por el desenredo y la búsqueda minuciosa de nuevos enlaces.

La consigna inicial fue simplemente acceder de algún modo al “interior” del vhs. Y no fue necesaria otra marcación para que se gestaran formas dibujos, objetos que iban variando en otras formas, otros objetos, otras construcciones. Simplemente metidos en el medio de esas gestaciones las mutaciones tenían lugar movidas sólo por la fuerza de esos armados que buscaban nuevas cualidades de expresión y ocupación de los espacios.

Una mirada bífida podía habitar y observar el diagrama de fuerzas. Grupos enredados en las cintas atentos a la distensión y contracción de los enjambres. Simultáneamente otros en un ritmo ralentizado investigaban la diferencia y minuciosidad de piezas que alberga la caja del vhs, combinando -en la elaboración de objetos- la cinta con esos elementos extraídos de sus envases ahora destruidos.

El juego se desplegó hasta su límite sustrayéndonos de marcaciones que anunciaran su comienzo y su final. Velocidades que pasan por variaciones de intensidad, hasta aproximarse a un “cierre”, o a la necesidad de dar paso a otra cosa, anunciado por un sentir colectivo, sin apelar a la voz del maestro que vigila una duración artificiosa. Ímpetu creativo que no depende de nadie y que no obstante necesita de condiciones para expresarse.

Invención de territorios, en los que no sólo se borran las jerarquías en ese enjambre indivisible… sino también la distinción entre cuerpos humanos y cuerpos de las cosas.

Fiesta (en tanto ritual) del pensamiento, que es simultáneamente acción corporal. Si el cuerpo no está comprometido (y creo que eso es otro punto fuerte de la experiencia) el pensamiento no aparece.

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Notas al pie   [ + ]

I. Texto surgido a raíz de un encuentro presencial de la Diplomatura en Gestión Educativa (Flacso) del cual participó Juan Miceli, artista audiovisual. En noviembre de 2012.
II. Kaos con k aludiendo al carácter mítico del mismo, del origen, amorfo e indeterminado y para despegarlo del caos como opuesto al orden