Editorial

Hacer el mundo experimentable. Lo decía Viktor Sklovski en 1923, mientras relataba sus crónicas de Octubre, en Rusia, cuando “el miedo estaba por encima de todas las cosas”. Lo decimos hoy, casi cien años después, en el medio de un inédito tembladeral.

Voces desde México, Madrid, Buenos Aires…escriben sensaciones que germinan al unísono del mismo acontecimiento.

Lo intolerable se instaló entre nosotros hace tiempo ya. Como señala Isabelle Stengers, un poder que captura, segmenta y redefine a su servicio dimensiones cada vez más numerosas de lo que hace a nuestras vidas. La intrusión del virus lo hizo eclosionar, dejando sus garras al descubierto, aunque como el escorpión, estará al acecho de las oportunidades para preservar su naturaleza expropiadora de las fuerzas vitales.

El “acontecimiento” virus no solo expone las fibras destructoras del capital, también la caducidad de todas las versiones de la historia como Conquista Humana. Hacer la experiencia de la perplejidad implica abandonar –además– la herencia de una Ilustración que abrazó nuevas formas de ideal bajo el supuesto de una relación unívoca entre justicia y destino épico. Hacer la experiencia de la perplejidad es dejar caer toda forma de trascendencia que se apodere de nosotros y vaya contra la inconmensurabilidad del tiempo, su devenir creacional y la separación de lo viviente.

Podríamos pensar los escritos que componen este número como atisbos de atención, gérmenes que navegan en lo minúsculo… para esbozar preguntas que desde el “repliegue” se liberan de la guarida del miedo y la obediencia. Escritos que puestos en conversación deslizan el rasgo común de la intimidad. Bajo la forma de diario, ensayo o crónica leemos en estos textos un gesto de navegar en lo concreto escapando así mismo de los confines de lo privado. Como si en lo concreto latiera el pulso de una vida que se resiste a su “secuestro”, a transitar el mundo por pantallas, a sorprenderse de la biodiversidad por Animal Planet o a levantar proclamas ecologistas individualizantes que ni siquiera rasguñan la apetencia consumista.

Que estas escrituras “pequeñas”, trazadas desde una afectividad desnuda, no permanezcan como testimonios de un paréntesis, sino que contaminen los lenguajes que encumbrados en las alturas descreen de las inteligencias colectivas, situadas, materializadas en el cuerpo a cuerpo.

Silvia Duschatzky
Junio 2020
Buenos Aires


Notas

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