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Para empezar

Editorial

Escucho con los ojos cerrados y puedo adivinar quién habla. No cuál es su nombre, sino a qué tribu pertenece o mejor a qué corporación. Esto no me ocurre con cualquier hablante, sólo cuando no se escucha la voz sino el signo. Pero me pasa también lo contrario, entregarme a un flujo donde importa poco asignar lugares, roles o procedencias.

Hoy encontré en youtube un audio de un personaje que conocí en la infancia. Aún en la cama, apoyé el celu al lado mío y medio adormecida puse play: es historiador, historiador de círculos académicos. Y no fueron los tópicos que relataba los que me tiraban la pista sino el modo de hablar: disquisiciones certeras, construidas con precisión gramatical y sintáctica, un afán de arribar a generalizaciones, la impostura de la voz, la apelación reiterada al se..se dice, se piensa, se argumenta. Los historiadores decimos, pensamos. Nunca la primera persona, cuando en verdad no es primera ni única, siempre habla una constelación de relaciones en cada elocución.

Sin duda lo mismo puede decirse de cualquier discurso corporativo. No importa acá desplegar reflexiones acerca de la genealogía de la propiedad sobre la lengua, pero sí advertir que cuanto más habla el signo sobre una cosa menos habla la “cosa”. ¿Y qué sería que hable la cosa?

Agustín nos da vuelta el aula. Ante lo que cualquiera espera, él siempre ofrece un rulo, una inversión, un retruco. …. puede inventarse un viaje a Júpiter. … esboza adverbios que ningún diccionario recoge, solo para explicarle a su compañera de banco cómo preparar huevo frito. … gritó como en el cuadro de Munch al darse cuenta, soliloquio mediante, que la vida es tan solo un breve intervalo entre dos nadas.

…. los estudiantes vienen aportando algunos seres vivos, que traen para observar y conversar largo rato. Plantas del patio o la vereda, insectos del jardín o la plaza, animales del hogar, lo clásico. Esta vez Agustín propuso traer sus mascotas, que quiere y cría con dedicación: unas cuantas “cucarachas de campo” y vivas. Aunque a veces cause gracia, Agus habla en serio. Siempre.

No lo hubiéramos imaginado. No lo habíamos planificado. Pero… ¿por qué no? Probemos

Lo dice en una de las siguientes notas Horacio Cárdenas. No es cita exacta; omití referencias contextuales para subrayar los rasgos de una lengua que hace hablar a las cosas. Una lengua moviente ( poque no concluye) que da a pensar próximos pasos, paradójicamente insospechados y solo verificados sensiblemente en el gesto de las tentativas.

Releo el fragmento citado. No advierto temas: adverbios, astronomía, el huevo frito o las cucarachas. Y a su vez no es sin estas paradas de investigación. Lo que prima es un ritmo, un estado de pregunta, una curiosidad desparramada, un manos a la obra que obra sin guión. Y quisiera destacar algo más: el cimbronazo del “afuera”. El afuera no es aquello que viene detrás de la puerta escolar; el afuera no es eso que traen los niñxs de su vida cotidiana, el afuera no son los fragmentos de hallazgos infantiles. El afuera es lo no pensado aún, es la intrusión de materia que hace proliferar diferencias respecto de los modos de ver, de pensar, de sentir, de pararnos en el tiempo.

Me viene una frase de Clarice Lispector1. El mundo erizado de antenas y yo captando la señal. Solo podré hacer la transcripción fonética. ¿Cómo nos suena lo que suena, qué re suena?. Cómo inmiscuirse en la herida, la rasgadura, la media luz, el hueco?. Por acá hablan las cosas, por el costado de una mirada que pesca y opera en lo inconcluso.

En este número pensamos la escuela y lo hacemos en una lengua sin propietario, una lengua no escolar que atrapa señales, nimiedades, murmullos opacados por un código parlante y cuyo valor radica en lo que dan a pensar. Ni a evaluar, ni a repetir, ni a entender bajo la lupa de la transparencia del sentido. Lo real abriendo campos posibles a diferencia de lo posible pretendiendo hacerse real.

Deténganse en el índice, en los nombres de cada escrito. Soporten la ausencia de referencias. Continúen leyendo al tiempo que “tachan” el signo de la representación que se asoma en los textos. Intenten suspender la imagen de la escuela y verán que a menos escuela más escuela

Silvia Duschatzky
febrero de 2025

  1. Lispector, Clarice. Las palabras. El cuenco del Plata. Buenos Aires 2015
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