Traficando Lenguajes

Cuando pensamos Tráfico insistíamos que la idea no era dar a conocer experiencias, a modo de ejemplaridad o archivo de cosas copadas que se hacen en escuelas o territorios sociales. Si sólo de esto se tratara el lector quedaría afuera sumido en la fascinación o en intentos fallidos de réplica. Y más aún, todos girando en el mismo punto del consumo lejos de la pregunta acerca de lo que hace a una idea que cabalga diseminada con distintos nombres.

Sustraer las cosas que hacemos del ámbito de una propiedad está en nuestra intención. Sin embargo la cuestión no se dirime en el gesto de exponer públicamente una actividad. Lo traficable está en la lengua que escribe, piensa y hace las cosas. Y si es traficable lo es por su tinte inagotable y experimental. Palabras que guardan la energía de una sensibilidad que bucea en lo desconocido y actúa en la medida que perfora los clichés del lenguaje. Lengua que resuene o active sensibilidades cuya vitalidad está presta a extraer materia para dar con esas preguntas que en soledad ni alcanzamos a formular.

Es así que nuestra búsqueda está en la politización de las afectividades tocadas por los tiempos que vivimos. “Urgencia” de inventar nuevas temporalidades que habiliten fugas de una letanía del pensamiento y la acción.

En este número se presentan experiencias extraídas de diferentes ámbitos; escuela, cárcel, espacio de formación o centros que acogen “niños inadaptados” y sin embargo se trata de escrituras errantes que vuelan por encima de los lenguajes que modelan funciones sociales.

Un insólito juego de manos, El lenguaje hecho carne, La escritura inconveniente de un educador, Esto es un Kaos o Prepotencia del lenguaje… acontecen en territorios específicos y no obstante suceden en una poética experimental que piensa un estado de ánimo y en ese acto se sustrae de lugares y sentidos asignados.

¿Cómo decir lo que nos pasa? ¿Cómo hacerlo sin ahogar lo sentido-vivido en palabras gastadas? ¿Cómo hacer para que las palabras hagan acontecer en vez de explicar lo acontecido o darlo en un lenguaje que opaca la creación ? ¿Con qué lenguaje se traspasa una moral que nos separa de las afecciones? La Agustina me mira medio Ortiva, escribe un maestro y en este decir desertifica la representación profesoral para consistir en sus bordes. Los sonidos muertos de las rejas y de los candados ya no hacían efecto en mí, y los guardias de los pabellones también dormían…escribe Nahuel desde la cárcel, a espaldas de la lengua de los tribunales y la sordidez del encierro. Cómo describiría usted a un negro de alma, pregunta que arrincona a un docente y nos empuja a extremarla desenmascarando la blanca moral. Mejunje mundano y presencia ligera, arrima un educador francés en épocas de guerra. Kaos o la experiencia de trazar la indistinción entre cuerpos humanos y cuerpos de las cosas.

Los textos que presentamos buscan poner el silencio de nuestro lado. Silencio que no es mudez sino un acallamiento de sentidos prefabricados, como por ejemplo la distinción de lenguajes según los lugares. Si algo comparten los textos y la fotografía (que sumamos como texto) es el tono de su lengua o más bien la actividad indefinida de hacerle algo a la lengua encontrándonos en esas expresiones en las que no somos hablados.

Al decir de Meschonnic estamos en camino y estamos aquí. Errancia y presencia.


Índice

Prepotencia del lenguaje
por Silvia Duschatzky

La escritura “inconveniente” de un educador
por Silvia Duschatzky

El lenguaje hecho carne
por Luciana Grande y Sergio Lesbegueris

¡Esto es un kaos!
por Silvia Duschatzky y Juan Miceli

Un insólito juego de manos
por Santiago Bahl

Qué ves cuando me ves
por Carolina Nicora

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