Si estás desorientado

La escuela, templo del saber ya no sabe. Su saber no sabe de enigmas, de interrogaciones abiertas, de aperturas. En tiempos de incertidumbre, el saber se muestra impotente porque supone la certeza como base (y modelo) de su acción. Si como dice Ranciere el saber es una posición, Juan desafía ese sistema de posiciones fijas que es desde sus coordenadas habituales, la escuela.

Cual tablero de ajedrez en constante sacudida, la escuela no puede jugar su juego de movimientos previsibles. Su suelo movedizo (¿alguna vez no lo fue?), colma de impotencia a sus jugadores, que al no percibir esos sacudones, estigmatizan a las “piezas” de su ineptitud por no reconocer sus recorridos. Lo que es más paradójico (y patético aún) es que esa impotencia de la escuela se expresa en la imposibilidad de enseñar ese mismo juego de posiciones fijas. Después de todo, esa fue (si, en tiempos pasados) una de sus principales funciones.

Juan es el misterio que la escuela no puede saber desde su saber. Es una de las muchas “fichas” que no saben de recorridos previsibles, no ya por rebeldía sino por imposibilidad práctica, su vida es un constante devenir incierto: la de Juan y la de todos. Sin saber (de anticipación) la escuela se desarma, el constante “desmadre” de sus piezas son el síntoma de su impotencia actual. Sin posibilidad de pensarse, la escuela estigmatiza a sus jugadores (o piensa). Por eso lo sancionan, censuran, ningunean, hasta que por fin, lo expulsan. Sin embargo Juan sigue allí insistiendo, desafiando el saber de la escuela, incomodándola con su presencia que incita, arrinconándola hacia un potencial estado de interrogación.

Si la escuela necesita reforzar e institucionalizar su “orientación” es porque su probable desorientación episódica se transforma ahora en estado de permanente perturbación. El EOE (Equipo de orientación escolar) es la paradoja que mejor expresa ese no saber del saber escolar.

La pregunta que sigue es si el equipo de “orientación”, orienta a la turba desorientada que no observa las coordenadas escolares supuestamente fijas y previsibles, que ya no “leen” los itinerarios del tablero escolar, o si es en verdad la escuela que en su confusión no percibe sus presencias ya “no escolares”, y por eso necesita pensarse. Como señalaba Ignacio Lewkowicz cuando expresaba que “el que sabe ejecuta, y el que no sabe piensa”.

Juan insiste como insiste la vida en no clausurarse en formas definitivas. La escuela resiste, reclama, o se interroga?

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